Ahora queridos, os contaré el peor día de mi vida.
Para empezar mi queridísimo despertador no sonó. Es del móvil así que resulta que se quedó sin batería, bien, sublime.
Tuve que vestirme a toda prisa y no me dio tiempo a desayunar.
Cuando bajaba por el ascensor me di cuenta de que se me había olvidado el trabajo de inglés y además me había puesto la sudadera al revés, bien, sublime. Pues sí, tuve que volver a subir y como alguien ya había cogido el ascensor tuve que bajar por las escaleras, vivo en un octavo… Esto es un bien-sublime al cuadrado. Después de ocho pisos de agonía salí corriendo (mas bien volando) hasta la parada del bus, lo raro fue que con la mala suerte que tengo consiguiera cogerlo. No había sitio así que tuve que quedarme de pie. En frente de mí había un señor calvete, bigotudo, con cara de pan (si, tenía cara de pan y me estaba dando hambre porque no desayuné) que se estaba metiendo el dedo en la nariz ¡ se estaba metiendo el dedo en la nariz ! Lo que hizo a continuación me hizo pensar que tampoco el había desayunado: se comió el moco. Eso no fue tan sublime…
Me di cuenta de que la ruta que hacía el bus era un poco extraña y entonces caí: ese no era mi bus. Sentí que me moría, ya llegaba tarde, muy tarde. Tuve que salir disparada hasta el instituto. Tropezando con abuelitas arrugadas y con niños, pisé una caca de perro y además empezó a llover, y no, no llevaba paraguas.
Lo mejor de todo fue cuando llegue a mi querido instituto: (sarcasmo como una casa grande, de estas que tienen piscina y un jardín bestial) estaba cerrado. Maldita sea, era… ¡Era sábado! Y yo mojada, con los pulmones guapos, con una caca olorosa en mi playero, el trabajo de inglés mas mojado todavía, y por supuesto ¡Hambrienta! Oh, bien, sublime.
jajaajjaajajjajajaja!!
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